El eneagrama es, ante todo, un instrumento de autoconocimiento que nos permite descubrir cómo somos en realidad, realizar un viaje de autodescubrimiento humano, entender por qué actuamos de una determinada manera y tropezamos una y otra vez con la misma piedra.
¿Por qué yo soy, actúo y me muevo por ciertos impulsos y me encasillo en actitudes que se repiten una y otra vez y que reconozco como distintas a las de otras personas pero me resulta difícil hacerlo de otra manera?
Por ejemplo:
¿Por qué tengo la necesidad de ayudar a los demás y pienso que me necesitan?
¿Por qué si las cosas no son perfectas me frustro?
¿Por qué busco siempre la aprobación y la admiración de la gente?
¿Qué me pasa, que no soy capaz de expresar lo que siento?
¿Por qué le doy vueltas siempre a lo que pudo ser y no fue y me anclo en el pasado?
¿Por qué me siento diferente a los demás y pienso que nadie me entiende?
La respuesta a todas estas preguntas la encontramos en el Eneagrama, palabra griega que significa: “enea”, nueve y “grama”, puntos. Podemos decir que el Eneagrama es un mapa de personalidades que describe 9 modelos mentales o esqueletos psicológicos, en definitiva 9 tipos de personalidades.
La personalidad puede describirse como el modo característico de comportarse, reaccionar y pensar de un individuo. Es cierto que cada ser humano es único e irrepetible, pero se pueden descubrir comportamientos reglados y constantes, comunes en muchos de ellos, que permiten clasificar a un grupo de sujetos en una determinada tipología, sin perder por ello su individualidad; simplemente responden en su forma de actuar, pensar y reaccionar, a una serie de parámetros comunes. Es evidente que la genética, educación, entorno social, número de hermanos, circunstancias económicas y mil factores más, se encargarán de hacer que cada ser humano sea distinto al resto.
Tampoco vamos a entrar aquí a dilucidar si el tipo de personalidad viene de fábrica, es decir, lo traemos ya dibujado genéticamente o es la educación y los factores sociales y educativos los que lo van forjando o bien ambos a la vez y en qué porcentaje influye cada uno, puesto que en este tema hay opiniones para todos los gustos.
Sea cual sea el factor principal definitorio, lo que aquí nos interesa es adentrarnos, al menos un poco, en este maravilloso mundo del Eneagrama, como mapa de personalidades, a fin de favorecer ese proceso de autoconocimiento, aceptación y transformación de que hablábamos antes.
La esencia del Eneagrama es encontrar espacios de convergencia dentro de la diversidad distinguiendo 9 tipos de personalidades, llamadas eneatipos, que se caracterizan por una serie de rasgos comunes de sentir, pensar y actuar que los definen.
Cada eneatipo tiene tanto zonas de luz, virtudes o cualidades, como zonas de sombras, vicios o pecados capitales. Cada uno de ellos tiene sus propios mecanismos de defensa y su forma de relacionarse con el entorno, así como senderos de evolución o crecimiento y senderos de descentramiento.
Por eso, es fundamental dejar claro decir que ninguna de las 9 personalidades es mejor ni peor que el resto. Todas tienen sus fortalezas y sus debilidades y el autoconocimiento es el arma más poderosa para la autotransformación. Si reconozco como soy, con lo mejor y lo peor de mí mismo y lo acepto, estoy en el punto de partida ideal para evolucionar, mejorar y transformar aquello que no me gusta de mí, que me hace sufrir o provoca rechazo en mi entorno.
Uno de los grandes enemigos de la autotransformación es nuestro ego, que siempre cree que está mucho más evolucionado de lo que en realidad está y nos proporciona una imagen ideal pero distorsionada de lo que de verdad somos. Por eso el Eneagrama es tan valioso, porque comienza el trabajo a partir de donde estamos realmente, arrojando luz y claridad sin juicios.
Por otra parte, la designación de las personalidades por números tiene la ventaja de la neutralidad, en el sentido de que los números no tienen connotaciones positivas ni negativas; son útiles, sin ser peyorativos.
Hay que dejar muy claro que no se trata en el Eneagrama de etiquetar o encasillar a las personas, ni mucho menos, sino de descubrir cuáles son los rasgos de personalidad que las caracterizan de una forma predominante y comprenderlas mejor, entender sus reacciones y mirarlas desde la comprensión y no desde el rechazo.
También puede ocurrir que nos cueste descubrir cuál es nuestro tipo de personalidad y necesitemos un tiempo mayor para identificarnos con alguno. En ello también influye el eneatipo porque algunos se caracterizan por ser más inseguros o dubitativos que otros.
No se trata tampoco de identificarse plenamente en todos sus aspectos con alguno de los 9 números porque nadie está dotado de una personalidad pura, pero sí de identificarse con alguno de una manera preferente, es decir, todos tenemos parte de las características de varios eneatipos, pero se trata de determinar cuál de ellos predomina en mi forma de ser, teniendo en cuenta también que cada individuo, dentro de su eneatipo predominante, puede encontrarse en diversos grados de evolución, se ve influido por los números que tiene a su derecha e izquierda, (alas) y experimenta a lo largo de su vida procesos o movimientos de equilibrio o centramiento, así como de desequilibrio o descentramiento, que lo direccionan según sus líneas de tendencia, hacia la parte más luminosa o bien más oscura, de otros eneatipos.
Una cosa más, a partir de determinada edad, cuando nuestra personalidad ya está forjada, el eneatipo no cambia, sólo evoluciona, integrando elementos que refuerzan sus potencialidades.
En definitiva y a modo de resumen, diremos que todo el conjunto de acciones, pensamientos y emociones que nos caracterizan, conforman nuestra personalidad, que se identifica básicamente con alguno de los 9 eneatipos. Partimos de un tipo de personalidad básico, que es nuestro eneatipo, pero además hay variables que nos influyen y dan lugar a múltiples combinaciones dentro de un mismo tipo de personalidad, lo que hace que dos personas con igual número sean muy diferentes entre sí.
Estas variedades son entre otras:
- Los niveles de desarrollo
- Los instintos: Autoconservación, social y sexual
- Las alas.
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